Investigan si policía fue víctima de maras
Se trataría del segundo asesinato ocurrido en el país
Por MAXIMILIANO MONTENEGROHace un año, la opinión pública se estremeció ante los macabros detalles del caso Nilda Ledesma, una chica de 22 años torturada, violada y finalmente asesinada en La Matanza por un grupo delictivo liderado por el temible "Lágrima", apodo de un sujeto con fuertes conexiones con las peligrosas maras centroamericanas. Ahora, la justicia investiga el vínculo de ese homicidio con la brutal ejecución de un policía bonaerense, a quien balearon en la cabeza cuando dormía en un colectivo. En ambos casos, los investigadores sospechan que se trató de "rituales" de iniciación, signos inequívocos del avance de la "cultura marera" en nuestro país.Según pudo averiguarse de fuentes reservadas, en las últimas semanas los investigadores judiciales del crimen de Nilda solicitaron informes en torno a la situación del expediente por el aún impune homicidio del oficial bonaerense Hernán Clemente Bértola, quien resultó asesinado el 20 de mayo del año pasado, cuando dormitaba en el asiento trasero de la línea de colectivo 622, a la altura de Villa Dorrego, y recibió un furibundo balazo en la cabeza.¿Por qué lo mataron? Esa fue la pregunta que todos se hicieron ante el salvajismo del crimen de Bértola, y no alcanzaba con el faltante en la escena del crimen del arma reglamentaria de la víctima. Ahora, cuando faltan pocos días para el aniversario de la oscura ejecución, trascendió que la muerte del uniformado tendría relación directa con el grupo de "mareros" que previamente había torturado y matado a la joven Ledesma.Lágrimas y salvajismoComo se dijo, el año pasado un informe publicado por este diario reveló el caso de Nilda Eugenia Ledesma, una chica de 22 años cuyo cuerpo sin vida apareció dentro de un tanque de agua, en un terreno baldío ubicado en el kilómetro 24 de la Ruta Nacional N°3, en el cruce de las calles Tres Cruces y Vírgenes, a la altura de la localidad de Rafael Castillo. El caso ocurrió el 13 de mayo de 2006, y la autopsia reveló detalles de lo que fue una verdadera pesadilla para la víctima: rastros de torturas, golpes y abusos sexuales reiterados. La causal de muerte, sin embargo, fue asfixia mecánica, pero luego de varias horas de padecer el horror en carne propia."El estado del cadáver de Nilda, cómo la dejaron, es imposible de narrar, describir. La destrozaron, como ni siquiera los animales harían con sus presas", contó en aquel momento el abogado de la familia, Gabriel González Graham. "De inmediato, surgió la sospecha de un crimen ritual, porque no cerraban otras posibilidades, y ahí se empezó a investigar una hipótesis que condujo directamente al Lágrima".El dato lo brindó un menor de edad, quien el día anterior al hallazgo del cuerpo de Nilda observó a la víctima con dos sujetos. Uno de ellos era "Lágrima". Según las sospechas de la familia de Nilda y de su representante legal, la chica no fue asesinada con el objetivo de un abuso sexual, un ajuste de cuentas o una cuestión pasional, sino que se habría cometido como parte de un sangriento y demencial rito marero. "Las evidencias son claras. Sabemos que el principal sospechoso tiene contactos con algunos líderes de la Mara Salvatrucha, una de las más peligrosas del continente. De hecho, tiene marcas en el cuerpo que así lo acreditan. Los tatuajes, las huellas dactilares borradas con ácido, para evitar ser reconocido, y la utilización de unos 25 nombres falsos, revelan esta cuestión", dijo González Graham.Ojos bien abiertosCon "Lágrima" lejos de las prisiones del país, ya que actualmente reside en la capital de Perú, sus peligrosos seguidores continuaron operando en toda la región de La Matanza. Así lo dan cuenta decenas de testimonios en distintas causas judiciales. Sin embargo, fue el homicidio del policía Bértola el que volvió a centrar las miradas en la célula argentina de las reconocidas maras centroamericanas.Este homicidio ocurrió en el interior de un colectivo, con varios testigos, y el asesino aprovechó que Bértola dormía, tras prestar dos servicios adicionales en continuado. El policía tenía 41 años y era padre de cuatro hijos. El día de su muerte había trabajado en la seguridad de dos partidos de fútbol, y habitualmente se desempeñaba en la División Canes de la policía provincial.En el rodado no se registró ningún robo, lo que constituyó la primera sospecha de los investigadores. De acuerdo a la reconstrucción, el delincuente se acercó tranquilamente al uniformado, sacó un arma de fuego y efectuó un disparo, seco, dirigido a la cabeza de la víctima. Bértola murió al instante, y su cadáver quedó tendido en el piso del colectivo, en medio de la desesperación de los pasajeros.Matar por "escalar"El agresor, vestido con pantalón negro, buzo gris con capucha y de unos 20 años, lejos de demostrar nerviosismo, se inclinó y sacó la pistola 9 milímetros del oficial caído. Luego, descendió del vehículo y escapó del lugar. "Los testimonios indican que tenía un completo dominio de sus facultades motrices y mentales. Fue un asesinato a sangre fría", dijo una fuente policial.Así, durante meses la investigación avanzó lentamente, hasta que comenzó a relacionarse el crimen con un posible ritual de iniciación "marero". Con este esquema, la sospecha es que "algún integrante de la mara matancera tenía que demostrar cualidades y, aunque suene duro, decidió aprovechar la oportunidad de tener a su disposición un policía durmiendo, con el solo objetivo de escalar posiciones en la pandilla".
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